sábado, 20 de agosto de 2016

El país etcétera



Si Usted se coloca delante de universitarios de los Estados Unidos y pregunta sobre Honduras, lo normal es que le responda el silencio. Si Usted se encuentra en un análisis sobre lo que ocurre en América latina o Centroamérica, no es extraño que escuche que se diga, por ejemplo, que el fenómeno de la migración afecta a países como El Salvador, Guatemala, etcétera, o que las desigualdades afectan directamente a países como Nicaragua, México, Colombia, etcétera.

Honduras ha sido, y sigue siendo, un país etcétera. Lo es para la mayoría de las sociedades, pero nunca para multinacionales como las compañías bananeras a lo largo del siglo veinte, las empresas maquiladoras o las corporaciones canadienses o de Estados Unidos que han invertido exitosamente en la industria minera extractiva. O para la política de seguridad del gobierno de Estados Unidos.

Esa es la paradoja. Mientras para la inmensa mayoría de las gentes del montón de las sociedades del norte del mundo, y en general de toda la gente de todas las latitudes, Honduras es un país etcétera, para las corporaciones multinacionales y el gobierno de Estados Unidos, Honduras ocupa un lugar estratégico, tanto por sus riquezas naturales para explotar y convertir en dinero, como por la ubicación territorial para impulsar estrategias geopolíticas hacia América latina y el mundo.

En Canadá, por ejemplo, Honduras es desconocida por la inmensa mayoría de su gente, pero las empresas mineras de dicho país con el apoyo de su gobierno, tienen una de las cuotas más altas de responsabilidad en el daño al medio ambiente y las amenazas y peligros ambientales para las comunidades en donde se explota la minería.

En Estados Unidos, por ejemplo, la gente no sabe a veces ni siquiera dónde se encuentra Honduras, pero sus multinacionales tienen la más alta cuota de responsabilidad en el empobrecimiento y enajenación de la sociedad hondureña a consecuencia del modelo de enclave que las compañías bananeras implantaron para siempre y a partir del pasado siglo veinte. Y la estructura de gobierno de Estados Unidos tiene la más altísima cuota de responsabilidad en el deterioro institucional del Estado hondureño a consecuencia de su intervención en las decisiones políticas internas de nuestro país.

¿Cómo dejar de ser el país etcétera? Sencillo y profundo: que  su gente recupera  la confianza, la estima y credibilidad en su propia fuerza y capacidad transformadora. Esto significa, romper con esa lógica de esperar que desde afuera y desde arriba vengan las respuestas a nuestros problemas y angustias. Y esto no es ninguna otra cosa que la puesta en marcha de un proceso intenso y creciente de construcción de nuestra propia soberanía. Porque de lo que se trata no es que Honduras no sea ni conocido ni ignorado, sino un país digno y respetado. ¿Qué piensa Usted amable amigo y amiga oyente?

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